El frío se internaba en mi cuerpo, colándose sin permiso en
él, calándose en mis huesos para acabar siendo una capa invisible más de mi
ser. Una protección autodestructiva que hacía meses que me acompañaba a cada
paso que daba. Mi inseparable amiga viajera. El temblor de mis extremidades
causaba mella en mí.
Hacía días que lo tenía, pero había llegado el punto
extremo. Sabía que ni podría aguantar
mucho tiempo más en aquel rincón de la ciudad, que debía buscar un
pequeño cobijo. Sabía que el temblor era el anticipo del recorrido al más allá.
Y sabía que no podría encontrar nada con las pocas monedas insignificantes que
recaudaba diariamente.
Entreabrí mis ojos y vi como se acercaba a mí un hombre trajeado
sujetando con firmeza un maletín color marrón y con un brillo que le daba un
aire más importante del que ya tenía. Cruzamos las miradas y noté una conexión
extraña entre los dos. Sus pupilas eran diferentes… Me gritaban algo que no
podía llegar a entender. Pero continuó caminando hasta adentrarse en aquella
cafetería que tanto envidiaba. Cerré los ojos esperando que, gracias a ello, mi
pesadilla cesara, al menos, por unos minutos.
- ¿Me permite sentarme a su lado?
Parpadeé un par de veces para cerciorarme de quién era. Solo
habían pasado unos minutos pero aquel hombre de traje y maletín se encontraba a
mi lado, con un par de tazas humeantes y una bolsa colgando de su antebrazo. No
le contesté, bastó un leve movimiento para otorgarle el permiso que ansiaba.
Mirando al frente noté como me ofrecía la bolsa que portaba
y como una de las tazas llegaba hasta mis manos inundándolas de calor.
- ¿Sabe ese café de allí? Puede ir cada día. Tiene un
chocolate y un bocadillo pagado cada 24h.- Dijo tras varios instantes en
silencio.- No es mucho pero… En la bolsa hay también la tarjeta de un
albergue. Allí dormirá cada noche en calor.
Giré con lentitud mi rostro hasta encontrarme con aquellos
ojos que me trasladaban a otro lugar. Aquello que me contaba podría ser algo
insignificante para él, pero para mí era algo muy difícil de superar.
- ¿Por qué yo? – Pregunté sin poder rechazar su mirada.
- Hace unos meses murió alguien especial para mí.- Comentó
antes de tragar saliva. No entendí la relación de todo aquello.- Mi hermano
tenía sus mismos ojos. La misma expresión que tiene usted en ellos. Es mi forma
de transportarme a su mundo.
No pude evitar emocionarme. No pude evitar inundar de
lágrimas mi cuerpo. No pude evitar ese escalofrío que recorría toda mi columna
vertebral. Un calambre llamado amor que hacía mucho tiempo que no sentía.
- Gracias a usted por devolverme al mundo.
- Solo le pido una cosa a cambio.- Dijo mientras yo le observaba
con impaciencia. Tenía miedo de saber sus intenciones.- Déjeme ver su mirada
una vez a la semana.
De nuevo no contesté. Me limité a sonreír. Una sonrisa que
pensaba que ya no existía.
Buah!!! Espectacular!!
ResponderEliminarPeloooota
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