martes, 31 de diciembre de 2013

Fin de año

Nunca he entendido la celebración de fin de año. Tanta comida (que mi cuerpo agradece con gusto) y tantos excesos con el alcohol (Aquí mi cuerpo se resiente) que hacen que nos juntemos todos a las 12 de la noche para comer, más bien engullir, doce uvas de la suerte. ¿Qué tienen esas doce que no tengan las demás? ¿Acaso unos duendes las seleccionan para espolvorearle un poquito de suerte? Dudas que jamás resolveré.

Tal vez no entienda que sea este precisamente este día el que se celebre porque, como estudiante (No se sabe aún si buena o mala) mis años siempre han ido de septiembre a septiembre. Era entonces cuando había un cambio, unos propósitos y una nueva ilusión por un curso nuevo. Propósitos que difícilmente se cumplían.

Este año, en cambio, algo ha cambiado y noto que el destino ha querido juntar esta fecha con algo importante para mí. A veces el destino te da ese empujón que deberías haber tenido hace tiempo. Un empujón para dejar atrás un apartado importante de mi vida que hacía tiempo que no debería existir. Y casualmente en fin de año. Qué curiosa es la vida y sus giros repentinos.

Este año si. Este año puedo decirlo con las consecuencias de empezar una nueva vida.

Feliz año a todos.


Dejo, además, una canción con las dos de las frases que reflejan mi cambio de vida.





"Sometimes beginnings aren't so simple.
Sometimes goodbyes the only way."





lunes, 30 de diciembre de 2013

Caminos de amistad

Amistad:Relación afectiva entre dos personas”.
Amigos:Que tiene amistad”.

La amistad es algo que nos rodea desde el momento en que comenzamos a tener uno de razón. Por ello, me parece injusto que buena parte de tu vida se pueda llegar a resumir en unas pocas palabras de una definición de algún diccionario. Eso sería reducir tu existencia a migajas tan insignificantes que harían perder el sentido del mundo.

Cuando eres pequeño defines la amistad de una forma un tanto absurda, incluso materialista. “Fulanito es mi amigo porque me invita a merendar”. Es estúpido pero comprensible. Los niños no tienen, o no deberían tener, problemas más allá del cromo que le falta de la colección de moda. Si es así… ¿Para qué pensar en algo más que pasárselo bien con la pelota de fútbol de tu amigo?

Pero todo eso cambia en el momento que encuentras a aquella persona que te hace plantear tu existencia más allá de unas pegatinas en un álbum. Como a mí, creo que a todo el mundo le llega ese instante en el que una simple mirada hace que sepas que aquella persona es especial, que es algo más que un amigo… Pero con el paso del tiempo te das cuenta que no. Sigue siendo una simple persona que, para ti y en ese preciso instante, era tu amigo especial. Un amigo que, en esa época, pensabas que seguiría siendo toda la vida. Incluso cuando tu cuerpo no pueda seguir sin la ayuda de una muleta. Para ti esa persona era eso y mucho más.

Y no digo que no pueda pasar, pero, al igual que la vida, esas amistades pueden cambiar. Tus cimientos pueden cambiar y las estructuras de tu mente pueden cambiar de tal manera que ni tu pensabas que pudiese llegar a pasar.

Para mí la amistad son dos pares de cordones de zapatillas atadas. Sí, los cordones de tus zapatillas y los de las de tu amigo.

De pequeño, cuando encuentras a tu amigo especial, a tu mejor amigo, se unen los cordones de las zapatillas de ambos para, gracias a eso, poder caminar hacia el mismo sentido. Unos cordones invisibles que te hacen recorrer el mismo camino, aunque la distancia esté entre vosotros. Mismas direcciones, mismas decisiones… En definitiva, mismos destinos. Dos personalidades diferentes que se convierten en una sólo. Única. Especial. Una personalidad formada por dos corazones.

Pero, ¿Qué pasa cuando creces, evolucionas y una pizca de madurez aparece en frente de tus ojos llamándote desesperadamente? Bajo mi punto de vista, hay dos únicas opciones.

En primer lugar puede suceder lo que todos queremos que suceda. Los caminos se alejan, las decisiones son diferentes… y la cuerda que une nuestras prendas de vestir, nuestras vidas, cada vez resiste más y más peso. Tanto que acaba convirtiéndose en una goma elástica indestructible. Pueden pasar tormentas, huracanes o ciclones y siempre se mantendrá viva. Es la llama verdadera de la amistad. Una llama que nunca se apaga, por mucho camino que recorras en sentidos diferentes, paralelos o opuestos. Una cuerda elástica que siempre se encogerá cuando una de las zapatillas se tropiece y necesite la ayuda de la otra para volver a ponerse en pie. Una goma que te ayudará a estabilizarte cuando notes que tu cuerpo, tu corazón y tu mente se desestabilizan hasta el punto de querer romperse.

En segundo lugar puede ocurrir aquello que jamás pensamos que pueda pasar cuando somos unos críos compartiendo cromos. El cordón de tu zapatilla habla con la madurez que tienes delante de ti y se alía con ella para crear un ejército invencible. Pero sólo sucede de la tuya. El otro extremo se empeña en descansar en el hogar de Peter pan, haciendo caso omiso a los años que pasan. Desobedeciendo al ritmo de vida que la sociedad marca. Infringiendo las leyes de su propio reloj interno. Aquí es cuando notas que te cuesta caminar, que tu pie izquierdo se niega a avanzar sin su gemelo, que tu pie derecho intenta tirar del suyo sin éxito. Y al final… Al final la cordura aparece para cortar el vínculo que impide que tus alas despeguen de tu cuerpo.

Amistades perdidas por culpa de la cordura, de la madurez y de la evolución. Duelen hasta el momento que aceptas que la fantasía que creaste de pequeño sólo era eso. Una fantasía más.


Personalmente me quedo con aquellas amistades que nunca están presentes, pero siempre permanecen a tu lado. Cuando la distancia recorrida piensas que es demasiada, que son muchos quilómetros de cuerda elástica… que se romperá. Pero al final siempre vuelve cuando te tropiezas, cuando tu alma se niega a seguir. Es ahí cuando aparece la amistad. La amistad que siempre hace que tu ave fénix reaparezca con fuerza. Hasta el final.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Mi conexión de vida

Nunca creí poder vivir una sensación de felicidad semejante a la que podía palpar con todos los poros de mi piel en ese preciso instante. Hacía tiempo que la sonrisa reinaba en mi cara, que mi vida se había convertido en un palacio donde yo era la reina que cuidaba de todo aquello que le pudiese afectar. Meses que habían sucedido uno tras otro hasta explosionar en llantos de felicidad.

Su fino cabello resbalaba por mis dedos creando una magia especial. El truco de magia perfecto que jamás nadie podría cambiar. Su cuerpo reposaba en calma entre mis brazos y sus ojos marinos, temblorosos, buscaban los míos con desesperación, anhelándolos. Cómo si eso fuera su única manera de poder sobrevivir ante el resto del mundo. Una simple conexión ocular que sirvió para conectar nuestras respiraciones, haciendo que caminaran al mismo compás. Aquellos suaves suspiros eran la melodía perfecta. La melodía del resto de mi vida. La canción que le acompañaría toda su vida. Una canción que había tardado nueve meses en componerse.


Miré su delicado organismo hasta fijar mi vista en aquella cinta atrapada en su insignificante muñeca. En ella, aquel nombre que siempre tendría en mente. Por muchos años que pasasen, por muchos momentos buenos, por muchas caídas en el infierno… Adrián seguiría siendo “Mi bebé de la conexión ocular”.