Sus manos dudosas recorrían mi cuerpo sin saber muy bien
dónde posarse, dónde tranquilizarse y recrearse en el placer del tacto. Mi
cuerpo se mantenía inmóvil, tenso… con el único objetivo que el de buscar su
boca para perderme entre los recovecos de ésta.
- Sé que tengo mi fama, pero yo no… nunca... – me dijo
mientras el rojor se apoderaba de sus mejillas.
- También es mi primera vez.
Nos miramos y empezamos a reír a carcajadas, soltando así
los nervios que nos invadían. Se dejó caer sobre mí, apoyando su rostro en mi
hombro, buscando las fuerzas necesarias para que la seriedad volviese a esa
cama.
- ¿Me dejas guiarte? –Le pregunté entrelazando nuestros
dedos. Era la primera vez que me acostaba con alguien, pero siempre dicen que
nadie se conoce mejor que uno mismo.
Acarició mi cuerpo con suavidad por el camino que mi propia
mano iba construyendo. Sus ojos, al contrario que al principio, no se apartaban
de los míos, haciendo que así pudiéramos crear una conversación sin emitir
sonido alguno. Sus dedos empezaron a juguetear con uno de mis pezones mientras
los míos hacían lo propio con el otro pecho. Suspiré mientras notaba que mi
respiración se incrementaba a un ritmo vertiginoso. Decidí quedarme allí y
dejar que fuese mi acompañante quién descubriese, sin ayuda, el placer de
aquella nueva experiencia.
No supe evitar un gemido al notar su cuerpo mezclándose con
el mío, con el sudor que éste desprendía. Incluso no supe evitar el intenso
temblor que me producía ese momento.
- ¿Estás bien? – Dijo parándose en seco – Estás temblando.
- Sí – Dije rotundamente – No dejes de hacerme temblar.
Un pinchazo recorrió mi espalda, arqueándola, tensándola
durante unos segundos. No pude controlarlo, al igual que no pude controlar el
grito de placer que nació de mi garganta. Entreabrí los ojos y entonces lo
supe.
- ¿No te habré hecho daño?
- Has hecho que suba al cielo entre tus brazos – Le contesté
para, después, fundirme entre sus labios una vez más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario