Sentía que el cuchillo que tenía
entre sus manos pesaba más allá de un manojo de hierro. Sobre él había una vida
entera buscando su camino. Buscando aquella salida que necesitaba tomar. Las
gotas de sangre se deslizaban por el filo a la vez que sus mejillas se empapaban
de gotas de agua salada que emanaban de sus cristalinos ojos. Una sonrisa que irrumpía
en su rostro e invadía el cuerpo inherente del que hasta ahora había sido su
marido. Ahora sólo estaba abatido en el mismo suelo que había presenciado
disputas diarias entre ambos.
Los fríos grilletes acapararon la
atención de sus muñecas. Los miró y recordó todos los momentos que habían
sucedido hasta entonces. Recordó los golpes e insultos que había recibido del
que le prometió bajar las estrellas a sus pies. Aquel cuchillo le devolvió la
felicidad que anhelaba desde aquel “si quiero” en el altar.
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