Un centenar de personas miraban impacientes
a que su profesor diera por finalizadas sus clases y, con ello, el permiso para
poder levantarse e irse a comer. Se había hecho tarde y los alumnos iban
recogiendo sus apuntes para así intentar presionar a aquel viejo catedrático que
les estaba explicando batallitas de cuando él era joven. Pero no fue hasta que
escucho un suspiro de desesperación cuando decidió mirar su reloj y ver que
pasaban 20 minutos de más.
Ya con el profesor fuera del aula, Clara
recogía sus bolígrafos mientras le contaba a Raquel lo que le había sucedido la
noche anterior. Al girarse vio que su compañera había desaparecido y que se
encontraba hablando sola.
- Pero… ¿y esta?- Dijo mientras giraba sobre
si misma para intentar buscarla. Y la encontró. Su cabeza sobresalía al final
del aula mientras con su brazo alzado intentaba llamar su atención pero lo
único que recibía era miradas contradictorias por parte de sus compañeros.
- ¡Clara, Clara! – Gritó sin importarle nada
ni nadie.
Negó con la cabeza. En poco tiempo Raquel se
había convertido en alguien importante en su círculo de amigos pero, a su vez,
había veces que la mataría. Estaba acostumbrada a pasar desapercibida en la
vida pero si había una cosa que no podías pedir a Raquel era discreción. Lentamente
se dirigió al fondo de la clase mientras su amiga la miraba con cara de
impaciencia con un bolígrafo en la mano. A Raquel apenas le había dado tiempo a
recoger nada y había decidido dejar todas sus cosas en el suelo, entre ellas
los apuntes del día, que se encontraban sin orden en el suelo.
- ¿Se puede saber por qué me dejas hablando
sola y montas todo este tinglado? Que parece que ha pasado una manada de
elefantes.
- Que manada ni que leches, si lo he dejado
ordenado y todo.- Si, otra de las virtudes de Raquel, todo tenía un orden, su
orden.- Pero no me distraigas. ¿Has visto esto? – Dijo señalando un papel
colgado en el corcho de clase.
- Yo lo he visto y tú lo has visto. Esta
lista para la fiesta de esta noche lleva colgada casi una semana.
- ¿Sí?
- Si ayer me dijiste que no querías ir.
Espera, ¿quién va para que cambies de opinión? – Dijo acercándose a la lista y
repasando uno a uno los nombres intentando poner cara a cada uno de ellos.
- Que retorcida eres.
- ¿Juan? Hoy has estado pendiente de él toda
la mañana- Dijo sin escuchar a su amiga.
- Solo que tenemos que relacionarnos y esta
es una buena oportunidad.- Decía intentando sonar convincente mientras Clara se
giraba con la ceja alzada.
- ¿Tenemos? Bonita, yo tengo que estudiar. –
Dijo mientras salía de clase dando por finalizada la conversación.
- ¡Pero si sólo llevamos un mes de clase!
Los exámenes son en… ¿Clara? – La llamó al ver que nadie estaba a su lado y su
amiga se encontraba ya al borde de las escaleras dirigiéndose a la salida del
edificio.- ¡Clara, ven aquí inmediatamente, cabrona!
Mientras, Clara soltaba una carcajada
mirando como Raquel intentaba recoger todo lo que había dejado por el suelo
atropelladamente mientras seguía insultándola de manera cariñosa. Raro era el
día que no pasara.
Se encontraba sentada en el sofá rodeada de
folios intentando poner orden sin llegar a conseguirlo. En la mesa reinaba una
taza de café humeante. Le encantaba su olor, la sensación de tener una taza
caliente entre unas manos frías, el gusto de aquel líquido corriendo por su
garganta. Con su boca jugueteaba con el capuchón de aquel bolígrafo que le
habían regalado sus padres antes de irse a vivir a la ciudad. De fondo se oía
una mezcla de jazz y blues que utilizaba cuando quería relajarse. En su mente una
mezcla de ideas que no sabía como encajar. Había empezado a estudiar lo que más
le gustaba pero, una vez empezado el curso, dudaba que fuera lo que realmente
quería. A ello se le unía su salida del nido. Había pasado de vivir con sus
padres a estar sola en una especie de loft en un ático del centro, de tener
siempre un apoyo a tener que buscarse la vida, de ser la niña mimada a tener
que mimarse ella sola, de tener a sus amigos al lado a no tenerlos casi nunca.
Demasiados cambios en demasiado poco tiempo. Clara sabía que podía con todo,
que sus problemas desaparecerían costase lo que costase. Ella no se podía
permitir fracasar.
Justo en ese momento escuchó el timbre de la
puerta. Levantó la vista hacia el reloj colgado en la pared y, con gesto
contrariado se levantó para abrir. Eran casi las 9 de la noche de un jueves,
una hora extraña para que alguien se presentara en casa. Al mirar por la
mirilla en su cara se dibujó una media sonrisa. Abrió la puerta sin saludar y
se dirigió de nuevo camino al sofá.
- Oye, tú ni saludes.- Dijo Raquel asomando
la cabeza por la entrada del salón.
- Hola Raquel, ¿Qué tal estás? ¿Qué haces a
estas horas aquí?
- A mi no me vaciles, niña. Y corre, que
vamos a llegar tarde.
Levantó la vista y se encontró a Raquel en
medio del salón vestida con un pantalón tejano oscuro ajustado con unas botas
altas de tacón por encima, una camiseta blanca con detalles negros y una chaqueta de
cuero en la mano. Su ropa, su peinado y su maquillaje le decían que le acababa
de meter en un lío sin ella quererlo.
- ¿Qué se supone que haces vestida así?
- Quedamos esta mañana en ir a la fiesta de
clase, lo que no sé que haces en pijama todavía.
- No quedamos en nada, Raquel.
- ¿No? – Con una sonrisa dudosa- Pues nada,
quedamos ahora en ir, que no puedo volver así a casa, bastante me ha costado
convencer a mi madre.
Y ahí se acabó la conversación. Raquel
tiraba de Clara para llevarla a rastras hacia la ducha. Una vez en la puerta
del baño Raquel decidió que, mientras su amiga se duchaba, ella investigaría
entre la inmensidad de su armario el look que llevaría Clara esa noche.
En apenas media hora ambas se encontraban en
el coche de Raquel mientras Clara seguía quejándose de la idea de su amiga. Sin
que ella se lo esperase, Raquel decidió dar un frenazo haciendo que Clara diera
gracias al cinturón. Por un segundo se había visto estampada contra el cristal
delantero.
- Clara, no jodas eh, que mucho que quejas
pero te podías haber quedado en casa. – Sabía que había aparecido sin decir
nada pero si realmente Clara no hubiera querido, no hubiera ido.
- Perdón. – Dijo acercándose para darle un
beso en la mejilla.- Ahora, a por esa fiesta.
La noche pasaba sin ningún tipo de problema.
Muy al contrario de lo podía parecer en un principio, Clara se encontraba
bailando con un chico que, a pesar de conocerlo de vista, no sabía ni como se
llamaba; mientras tanto, Raquel estaba apoyada en la barra del bar con una copa
en mano y con la mirada fija en una pareja que se encontraba sentada en uno de
los sofás del local. Su noche ideal había cambiado en cuanto había dirigido su
mirada a ese sofá y solo era capaz de mirar en esa dirección mientras bebía de
la copa que tenía en su mano, sin tener en cuenta cuantas había ingerido ya.
Clara, al darse cuenta, decidió abandonar a su acompañante e ir hasta la barra
para apoyarse en ella mirando alternativamente a su amiga y al lugar donde se
dirigía su mirada.
- Ey, mírame.- Mientras le giraba la cara
hacia ella.- ¿Cuántas copas llevas?
- Ni lo sé, ni me apetece saberlo.- Agachó
su cabeza mientras unas lágrimas resbalaban por su rostro para morir en las
manos de Clara que seguían sujetándole la cara.
- Anda, vamos fuera. Es tarde y tú no puedes
seguir aquí machacándote.
En el coche, mientras Clara conducía, Raquel
seguía con la mirada perdida. Habían avisado a los padres de esta última
después de decidir que esa noche no iría a dormir a su casa. No estaba en
condiciones para ir a su casa y Clara no quería que se quedara sola en la cama
llorando.
Ya en casa, Raquel se dejó caer en el sofá
y, aunque llorando, decidió contarle a Clara lo que le ocurría. Quizá era que
el alcohol le hacía desinhibirse o que, simplemente, había encontrado el valor
de contarle a alguien lo que le pasaba.
- No es por Juan. No me gusta Juan.-
Mientras Clara se acercaba haciendo el mínimo ruido posible. Estaba segura que
su mirada se dirigía a Juan pero quería que fuera ella quien se explicase.- En
realidad esto no lo sabe nadie pero… Cuando empecé el instituto siempre me
fijaba en aquella chica morena que se sentaba en primera fila. Por ese entonces
creía que era porque era mona, porque me quería parecer a ella, porque
simplemente era guapa. Un par de años después me encontré mirándola a
escondidas, siguiéndola con la mirada o, sin darme apenas cuenta, pensando en
ella mientras estaba en la cama. No me entendía ni yo pero aquella chica morena
se había colado en mi demasiado, más que cualquier otra persona. La gente de mi
clase tenía fotos de chicos en su carpeta y yo, por más que lo intentaba, no
veía la gracia a aquella moda. No veía la gracia ni a aquella moda ni a aquel
chico rubio por el que todas suspiraban.- Fue en ese instante cuando levantó la
vista hacia Clara que la miraba con la boca abierta. Sabía por donde quería ir,
no le importaba, pero tampoco se lo podía llegar a imaginar.- No me gusta Juan,
la que me gusta es Alba.