domingo, 16 de febrero de 2014

Escape irremediable

Rebuscaba con rapidez e impaciencia entre mi bolso. Era curiosa la facilidad con la que se perdían las cosas en él. Decidí agacharme para poder vaciarlo, esparciendo todo su interior por el suelo. Por fin. Allí estaba. Tenía entre mis manos lo que hacía minutos que me traía loca. Apreté el botón central y la pantalla se iluminó, mostrándome las tres llamadas que no había podido contestar a tiempo. “Mamá”.

- Ei Má – Le saludé – No encontraba el móvil – Le expliqué mientras seguía escuchándola sin prestarle demasiada atención – Estoy en Atocha con Marta. Cuando lleguemos a su casa te digo alguna cosa.

Colgué queriendo terminar la conversación lo más rápido posible. No me gustaba mentirle, pero en ese caso no veía otra opción. Recogí todo lo que había tirado y corrí hasta la puerta de embarque. “LONDON”.

Ya en el avión no podía dejar de dar vueltas a aquel sobre que tenía entre mis manos. Era la primera vez que montaba en un avión y ni siquiera había prestado atención a la azafata que indicaba que teníamos que hacer en caso de emergencia. Tenía miedo a volar, pero no podía compararlo con el temor que sentía dentro de mí cada vez que pensaba en el por qué de aquel sobre. Lo abrí de nuevo, cerciorándome de aquella fatalidad, y sin querer aparecieron en mis ojos unas lágrimas que intenté evitar cerrando con fuerza los párpados. Pero los tuve que abrir de inmediato. En aquellas milésimas de segundo que cerré los ojos lo último que pude ver fue oscuridad. Otra vez me vino él a mi cabeza, sus movimientos sobre mi cuerpo, sus susurros alocados en mi oído.

Lloré sin poder evitarlo. Lloré dejándome el alma en cada gota salada que recorría mi mejilla. Lloré sabiendo que con cada lágrima se me quebraba el corazón como si de zarpas se tratasen. Lloré sin pudor. Sabiendo que eran las únicas que podrían curar las heridas que aquel hombre había producido en mí.

Quise cerrar aquel sobre para esconderlo en lo más profundo de mi pequeña bolsa de viaje, pero entre la gran cantidad de dinero que había dentro vi, de nuevo, el papel que daba sentido a aquella locura.

Nunca me culpes por esto. Por muchos gritos que hayas tenido, ambos sabemos que lo deseabas. Tu mirada en el bar dónde nos vimos me decía que querías acostarte conmigo… pero al final todas hacéis lo mismo. Putas monjitas adolescentes de mierda.
Ya me ha pasado más de una vez y, aunque sé que al final no tenía cojones para denunciar una violación, te dejo el dinero suficiente para que vayas a abortar a Londres. Sé que no me vas a denunciar, lo disfrutaste tanto o más que yo. Al final todas sois iguales de cerdas.

PD: Como digas a alguien algo de esto, te aseguro que la próxima vez tus gritos no serán de placer.”


Me sabía aquel texto de memoria. Al igual que me sabía de memoria el cuerpo de aquella persona que hacía que mi mundo hubiera cambiado hasta el punto de querer morirme por aquello que siempre había querido. Siempre quise quedarme embarazada, tener un niño y ser feliz cuidándole. Pero nunca imaginé que el primer paso de aquel proceso soñado acabara en una sala de quirófano que ya imaginaba mientras ya podía llegar a ver las negras nubes del cielo de la ciudad inglesa. Era la única salida que mi mente tenía para escapar de las garras del que siempre había sido mi mejor amigo.

2 comentarios:

  1. ¿Te das cuenta? La vida es como un círculo y en tu relato queda bien reflejado. España años 70, la gran cantidad de mujeres que tuvieron que irse a Londres para abortar, o lo hicieron en este país poniendo en muy serio riesgo sus vidas. España con el gobierno actual. Se vuelve a imponer unas restricciones en el derecho al aborto que condenarán, una vez más, a cientos, o miles, de mujeres a tener que irse a otro país a abortar. Es el círculo. Y el centro del mismo, la relación entre las personas tan apasionante pero tan terrible en ocasiones.

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  2. Muchas gracias por tus palabras. Es algo que casi me vi en la obligación de reflejar cuando saltó la noticia del cambio de legislación en este tema. Lo demás fluyó solo.

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